· Just gimme something to hold on ·

La madurez del hombre es haber vuelto a encontrar la seriedad con la que jugaba cuando era niño.

Darse Cuenta - Jorge Bucay

Posted by María Gabriela | Posted in | Posted on 22:09

Debo admitir que es la primera vez que leo y cito algo de este autor. Jamás se me hubiera cruzado por la cabeza leer algo de él, no por ser él en sí, sino porque generalmente como ser humano que soy, tiendo a ser muy conservadora en cuanto a mi literatura predilecta. Pero hoy he de hacer una excepción y antes de citar esta obra quiero hacer la aclaración acerca de los motivos, bah: de el motivo que me lleva a hacerlo.
Tengo veintidós años, podría decirse que casi recién cumplidos el pasado mes de febrero. A lo largo de mi vida (corta o larga - esto va acorde al lector en cuestión), tuve diferentes clases de enseñanzas. Enseñanzas dictadas por mis padres, otras por maestros y otras que me dio la vida, simplemente al ser andada (como dice Serrat en su letra "Caminante, no hay camino se hace camino al andar"). Pero hoy, puedo decir que luego de haber vivido ciertas experiencias, me encuentro en una etapa reflexiva, una etapa en la cual me estoy observando a mi en torno a donde estoy y con quienes estoy; y de esta conclusión he llegado a la determinación final, de que sola (con mi alma y mi ser, entero él), me estoy dando cuenta de diferentes cosas. Estoy abriendo los ojos a una nueva y gran etapa, que espero que se termine llamando "maduración" o algo así.
Jamás tuve miedo a crecer. Pero no voy a ser hipócrita tampoco; dado que ahora de grande quiero volver a ser chica (y viceversa). Pero hay cosas de las que no me quiero desprender. Esas cosas que poco a poco van tomando forma; esas cosas que van tomando forma y se convierten en algo; esas cosas que van tomando forma y se convierten en algo llamado espíritu, carácter, razón... Esas cosas que van tomando forma y se convierten en algo llamado Gabriela Vich.

María Gabriela Vich
03/05/2010.-




Me levanto por la mañana.
Salgo de mi casa.
Hay un socavón en la acera.
No lo veo
y me caigo en él.

Al día siguiente
salgo de mi casa,
me olvido que hay un socavón en la acera
y me vuelvo a caer en él.
Al tercer día,
salgo de mi casa tratando de acordarme
de que hay un socavón en la acera.
Sin embargo,
no lo recuerdo
y caigo en él.

Al cuarto día,
salgo de mi casa tratando de acordarme
del socavón en la acera.
Lo recuerdo y,
a pesar de eso,
no veo el pozo y caigo en él.

Al quinto día
salgo de mi casa.
Recuerdo que tengo que tener presente
el socavón en la acera
y camino mirando al suelo.
Y lo veo y,
a pesar de verlo,
caigo en él.

Al sexto día,
salgo de mi casa.
Recuerdo el socavón en la acera.
Voy buscándolo con la mirada.
Lo veo,
intento saltarlo,
pero caigo en él.

Al séptimo día
salgo de mi casa.
Veo el socavón.
Tomo carrerilla,
salto,
rozo con la punta de mis pies el borde del otro lado,
pero no es suficiente y, caigo en él.

Al octavo día,
salgo de mi casa,
veo el socavón,
tomo carrerilla,
salto,
¡llego al otro lado!
Me siento tan orgulloso de haberlo conseguido,
que lo celebro dando saltos de alegría...
Y, al hacerlo,
caigo otra vez en el pozo.

Al noveno día,
salgo de mi casa,
veo el socavón,
tomo carrerilla,
lo salto
y sigo mi camino.
Al décimo día,
justo hoy,
me doy cuenta
de que es más cómodo
caminar...
por la acera de enfrente.



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Las experiencias que más te enseñan son las de todos los días.

Hay una triste astucia que consiste en querer engañarse sobre alguien por quien nos hemos sacrificado, dándole la ocasión de aparecer tal como desearíamos que fuese.

Friederich Nietzche